En 1957, ocho trabajadores de Shockley Semiconductors, una de las empresas que inició lo que hoy conocemos como Silicon Valley, abandonaron la empresa para crear una nueva llamada Fairchild Semiconductor. Estas personas, lideradas por Robert Noyce, fueron conocidas despectivamente como los ocho traidores, por abandonar su empresa para crear una empresa competidora (algo normal muy raro en esa época).
Lo curioso es que Shockley era un genio de la electrónica que deslumbraba a los demás con su inteligencia, era visto como una eminencia de la tecnología y había ganado el Premio Nobel de Física solo un año antes (1956). Entonces ¿por qué se fueron sus principales empleados? ¿quién no quiere trabajar con un genio de talla mundial? La respuesta es el mal liderazgo de Shockley que en ocasiones se acercaba a la locura: hacía pasar a sus empleados por detectores de mentiras y tests de inteligencia, echaba la culpa de sus errores a su equipo y cuando lo llamaron para avisarle que ganó el Premio Nobel creyó que sus empleados le jugaban una broma y se obstinó en buscar al culpable.
John C. Maxwell en su famoso libro: Las 21 leyes irrefutables del liderazgo llama a esto la ley del tope (que curiosamente es la primera de las 21 leyes) y consiste en que la capacidad de liderazgo es el tope de la organización. En otras palabras, una organización (familia, empresa, etc) crecerá hasta el nivel de su liderazgo, nunca más allá. El liderazgo es como un techo que marca el límite, si el liderazgo es alto el equipo puede crecer. Si el liderazgo es débil pronto el equipo quedará limitado y sin mayores aspiraciones. Eso le pasó a William Shockley y le pasa a muchas organizaciones: no crecen por un mal liderazgo, aunque cueste reconocerlo.
Cuando leí este libro comprendí que si quería que mi empresa EDteam crezca, debía trabajar en mi liderazgo, porque era yo y nadie más que yo el techo de mi organización. Muchas personas (de esas que creen que nacieron sabiéndolo todo) dicen que esto es obvio, que nadie quiere trabajar con un jefe idiota. Eso es verdad, pero del otro lado puede ser muy difícil darse cuenta que eres un idiota, porque cuando has puesto todos tus sueños, tu fuerza, la relación con tu familia y hasta tu último centavo en un sueño que puede no cumplirse te vuelves irritable, tenso y difícil. Y a menos que seas un don perfecto para no reconocerlo, esto es verdad.
Si quieres que tu equipo crezca, trabaja en tu liderazgo, el problema eres tú y nadie más. Duele y cuesta aceptarlo, pero una vez que lo reconozcas, empezarás a ver los cambios.
Nota: si crees que tienes a las personas inadecuadas en tu equipo y que por eso no creces, quizás sea verdad, pero nuevamente es tú responsabilidad porque tú los contrataste.