¿Cuántas veces has dado vueltas en la cabeza para hacer algo? Cosas grandes como iniciar un negocio o aprender un idioma, o cosas pequeñas como una cena romántica o echarle aceite a esa puerta que chilla cuando la abres.
Recuerdo una vez que estaba pensando si ir al gimnasio o seguir avanzando pendientes en la computadora. Eran las 7 de la mañana, los niños se habían ido al colegio y aunque mi trabajo comienza a las 9 podía adelantar algunas cosas. Una voz me decía “necesitas bajar de peso y mejorar tu salud”. Mientras que otra voz me decía “tienes tareas atrasadas que no puedes seguir postergando”.
Ganó la voz que me dijo que vaya al gimnasio. Y entonces todo fue tan sencillo: ponerme la ropa de deporte, caminar dos cuadras, entrenar y ya. Me sentí estúpido de haber gastado más de media hora solo en decidirlo.
Había caído en la trampa del overthinking, o sobrepensar.
Pero también había experimentado el poder de tomar una decisión.
Sobrepensar te lleva a la procrastinación y a la ansiedad
No lo sabré yo.
Te dices cosas como:
—“¿Estaré preparado para esta tarea o necesito algo más?”
—“Creo que esto es más complejo de lo que parece, necesito pensarlo mejor.”
—“Existe una app que me ayudará con esto, voy a buscarla.”
Y así sigues masticando ideas sin hacer nada. Procrastinación.
Y también causa ansiedad porque pensar es una de las tareas más exigentes para una persona. Así que buscas distracción para relajarte y al rato te das cuenta que pasaste un par de horas tonteando en el celular.
No eres un fracasado, caíste en el overthinking.
En las empresas se le llama parálisis por análisis
Trabajé hace años en una empresa en la que recibieron una inversión de 7 cifras para un proyecto tecnológico. Luego de más de un año, solo tenían un manual de 500 páginas en el que se había ido más del 60% del presupuesto. Hasta donde escuché, el proyecto nunca se terminó, solo se entregó “el plan”.
En un famoso experimento, un profesor de fotografía dividió a sus estudiantes en dos grupos. Al primero le dijo que su calificación dependería de la cantidad de fotos que tomen, no de su calidad. Y al segundo grupo, lo contrario, que su calificación dependería de la calidad de sus fotos.
¿Qué grupo crees que tomó mejores fotos?
El primer grupo, el que NO pensó en calidad, sino en cantidad. Y seguro no te lo esperabas.
Y ocurrió porque el otro grupo cayó en la parálisis por análisis buscando la toma perfecta. Mientras que el primer grupo se puso a hacer fotos y más fotos, mejorando cada vez. Sin overthinking.
Entonces solo hazlo
La única cura contra pensar demasiado es tomar acción. Ser de los pocos que hacen, frente a los muchos que hablan. Pero, y esto es muy importante, tomar acción de menos a más. Porque si quieres construir un castillo, empieza poniendo una piedra y luego otra mientras el castillo va tomando forma. Igual que en la clase de fotografía.
El libro Show your work de Austin Kleon, un excelente libro para creadores de contenido, cuenta que irás encontrando tu voz en tanto la uses.
Y el libro The lean startup dice algo similar dirigido a emprendedores: que en lugar de planificar un proyecto muy complejo y grande que podría fracasar, comiences por algo muy pequeño llamado MVP (o producto mínimo viable) y vayas haciendo mejoras a partir de él.
La moraleja es sencilla: “hecho” es mejor que “perfecto”. Y mientras más haces algo, más mejoras. En cambio, mientras más piensas en algo sin hacerlo, más te angustias.
Porque la vida es corta, y el tiempo no es el novio que espera por horas a que su novia se arregle para salir. Tampoco es la esposa que espera años a que su esposo cambie el foco que no prende. Al tiempo no le importan tus dudas ni tus sentimientos, y hay muchas personas que miran hacia atrás y se arrepienten demasiado tarde de todo lo que no hicieron, de lo que dejaron pasar por sobrepensar.
Y no quieres eso para ti.
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