Comenzar nuevas cosas es muy fácil: hoy comienzo la dieta, desde el lunes iré al gimnasio, aprenderé ese idioma, crearé un canal de YouTube, leeré ese libro, comenzaré mi propio negocio.
Sin embargo, terminar las cosas no es igual de fácil. La gran mayoría de personas nunca terminará ni el 10% de las cosas que comienza (y estoy siendo generoso). ¿Por qué sucede esto? ¿Te sucede a ti? ¿Cuántas cosas comenzaste y nunca las terminaste?
La explicación más sencilla es que las personas son irresponsables. Porque solo las personas responsables terminan lo que inician y gracias a eso alcanzan el éxito en la vida. Lamentablemente esta explicación es demasiado simplista, el mundo no se divide entre responsables e irresponsables, es mucho más complejo que eso.
La verdadera razón es la falta de evaluación y de planificación de lo que dejamos entrar en nuestra vida. En la escuela nos enseñaron las tablas de multiplicar y otras cosas interesantes, pero no nos enseñaron a tomar buenas decisiones ni a planificar. Y tampoco nos lo enseñaron en la universidad, así que terminamos haciendo las cosas como mejor se nos dé.
Ahora imagina que desde el colegio nos hubieran enseñado a hacernos estas preguntas ante cada nueva tarea que aceptamos:
- ¿Cuánto tiempo me tomará terminar?
- ¿Dispongo de ese tiempo? ¿Qué cosas debo dejar de hacer para darle tiempo a este nuevo proyecto?
- ¿Qué cosas necesito? ¿La ayuda de otras personas, dinero, herramientas?
- ¿Vale la pena hacerlo? ¿Lo voy a disfrutar? ¿Está alineado con los objetivos de mi vida?
Pero como no nos hacemos esas preguntas, es comprensible que nos cueste tanto terminar lo que comienzas. ¡Porque comienzas cualquier cosa! ¡Cosas que ni siquiera debiste comenzar! Si quieres terminar lo que comienzas simplemente deja de decirle que sí a tantas cosas. Evalúa bien lo que vale la pena comenzar y planifica las cosas que comiences.
Aprende a decir que no
Cada vez que comienzas un proyecto (sobre todos aquellos que nunca vas a terminar como el de la dieta), es muy probable que se deba a que no sabes decir que no. Tenemos miedo de caerle mal a los demás si los rechazamos, o, si el compromiso es con nosotros mismos, de considerarnos unos perdedores y terminamos metiendo en nuestra vida más cosas de las que podemos manejar. Y esto es un círculo vicioso porque le decimos que sí a todo para no sentirnos unos perdedores, pero cuando estamos enterrados en cientos de cosas que no podemos manejar inevitablemente nos sentimos como perdedores.
Por el contrario, las personas exitosas son las que dicen que no con mayor frecuencia y cuidan mucho lo que dejan entrar en su vida. Es famosa la anécdota de Bill Gates rechazando la oferta de Donald Trump para ser su asesor cuando este asumió la presidencia. Bill Gates le dijo: “No creo que sea un buen uso de mi tiempo”.
Deja de estresarte
En su libro Organízate con eficacia, David Allen explica que en un par de días podemos recibir más tareas de las que nuestros padres recibían en un mes, y que por eso vivimos con un estrés permanente. El mundo ha cambiado demasiado en pocos años, la tecnología facilita mucho las cosas pero a la vez acelera el ritmo de trabajo a un nivel nunca visto que nos mantiene a todos en un estado de tensión constante y con el tema de la salud mental cada vez ocupando más titulares en los medios.
Si sigues diciéndole que sí a todo sin evaluar ni planificar si serás capaz de asumirlo vivirás enterrado en toneladas de estrés, comiéndote las uñas de ansiedad y durmiendo mal. Aunque no lo creas, gran parte del estrés de nuestras vidas es autoinfligido.
Planifica
El último paso para terminar lo que comenzamos es planificar. Si le has dicho que sí a ese proyecto luego de evaluarlo a conciencia, ahora toca sentarse y escribir un plan.
Cosa que hace menos del 3% de las personas.
Y sí, yo estuve por muchos años dentro de ese 3%. Era como un insecto detrás de una luz brillante. Perseguía la luz más cercana hasta que brillaba otra luz e iba detrás de ella, y luego detrás de otra y de otra y así se me pasaron los años. Hice muchas cosas bien pero muchas otras mal. Y las cosa que hice bien pude haberlas hecho mucho mejor si hubiera escrito un plan en lugar de simplemente improvisar “para ver qué pasa”.
No comiences nada sin antes planificar. Ahorrarás horas, días, semanas o años de esfuerzos tontos improvisando a ver qué pasa.
¿Pero cómo se planifica? Es más sencillo de lo que parece, no necesitas ser un gran estratega, solo debes escribir las siguientes listas:
- Tus objetivos. ¿Qué esperas conseguir con este proyecto?
- El plazo. ¿Para cuando esperas conseguirlo?
- ¿Qué recursos necesitas para alcanzar el objetivo (contactos, personas que te ayuden, objetos materiales, dinero, etc)?
- ¿Qué pasos debes seguir para alcanzar el objetivo?
- ¿Qué horas y días le voy a dedicar a la semana a este proyecto?
Una vez que tengas tu plan, de la lista de pasos escoge cual es el primer paso que debes dar y hazlo. Y la siguiente vez escoge el siguiente paso de tu lista y hazlo. Y sigue así hasta conseguir tu objetivo. Es muy probable que una vez que pongas tu plan en práctica te des cuenta que tiene errores. ¡No pasa nada! Es lo más normal. Ha llegado el momento de ajustar tu plan y seguir. Ningún plan se cumple al 100%, pero el proceso de planificar te sirve para evaluar los posibles escenarios y saber cómo reaccionar. En palabras de Dwight D. Eisenhower “Los planes son inútiles, pero la planificación es indispensable”. Así que ya sabes, no confíes en tu plan al pie de la letra y sé flexible para modificarlo varias veces.
En un próximo artículo te mostraré un ejemplo de plan siguiendo los pasos que te mostré más arriba para que tengas una guía para crear los tuyos.
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