¿Cómo puedes convertirte en el influencer de tus hijos?

Cuando tenía 8 años el médico me dijo que necesitaría lentes y que debía usarlos todos los días hasta los 20 años (luego ya no serían necesarios). Hoy a mis 42 años me da risa, pero para un niño de 8, que te den una sentencia hasta los 20 parece una eternidad.

Cuando me compraron mis primeros lentes tenían una montura marrón nacarada y una cinta atada que pasaba alrededor de mi nuca para que no los pierda. Mirando en retrospectiva, tenía el aspecto de un abuelito en el cuerpo de un niño. Me divierte recordarlo, pero en ese entonces me daba mucha vergüenza, pensaba que me dirían ciego, cuatro ojos o que se burlarían de mí de muchas formas. Creo que nunca sucedió, y si alguien se burló habrá sido tan insignificante que ya lo olvidé.

Desde ese día hasta mis veinte años perdí mis lentes muchas veces, con lo cual se perdió mi esperanza de librarme de ellos y tuve que aceptar que estaba condenado de por vida. Mis padres se frustraban mucho porque éramos bastante pobres y tenían que hacer milagros para comprarme nuevos lentes cada vez que los perdía. De adulto pasé por lo mismo, cuando los perdía podía pasarme más de un año sin lentes por falta de dinero para comprar nuevos. 

Usar lentes siempre ha sido una molestia: se ensucian y ves el mundo con manchas, si comes algo caliente se empañan y no ves nada. En los tiempos del covid usar lentes con mascarilla era tenerlos empañados todo el tiempo así que debía quitármelos con el riesgo de sufrir dolores de cabeza o perderlos (en varias ocasiones, buenas personas vinieron detrás de mi trayéndome los lentes que había olvidado). Y son una molestia cuando quiero grabar un video y la luz rebota sobre los cristales o si uso una tela verde detrás y el reflejo de los lentes confunde a la cámara. Pero con todo y todo, los terminé adoptando como parte de mi identidad.

Un día mi esposa me dijo que mi hijo no veía bien la pizarra en el colegio y por eso le costaba seguir algunas clases. Así que lo llevamos al oftalmólogo para que le midan la vista. Tenía prácticamente la misma edad que yo cuando me sentenciaron de por vida y yo estaba preocupado de que le pase lo mismo y, por sobre todo, de como lo tomaría el. ¿Se avergonzaría de ir al colegio con lentes? ¿Nos costaría hacer que los use? Me sentí culpable de heredarle mis ojos bizcos.

Sin embargo, cuando el médico dio la inevitable noticia (le tocaría usar lentes), mi hijo estaba feliz. Celebraba como si se hubiera ganado un premio y ya quería ir a la tienda donde vendían lentes para escoger un modelo. ¡Me quedé impactado! ¿Cómo era posible? 

Lo que pasaba es que mi hijo estaba feliz de parecerse a mí. Me ha visto siempre con lentes así que para él no es una carga sino un símbolo (de estatus, de inteligencia, de poder, de familia, de lo que sea pero un símbolo al fin y al cabo). Yo no tuve ningún referente, era el primero en mi familia que usaría lentes y eso aumentó mi vergüenza. Esa fue toda la diferencia: teníamos referencias diferentes.

Las referencias son la base de las creencias y conducta de una persona. Si un niño crece en un entorno de violencia, esa será su referencia, igual que si crece en un entorno de diálogo y comprensión. Lo mismo en el barrio, la escuela o el trabajo. Porque las referencias no son lo para los niños sino para personas de cualquier edad. Como dice Tony Robbins: si nuestras creencias son una mesa, las referencias son las patas que la mantienen firme. Si crees que eres inteligente, tienes referencias que te lo afirman, si crees que no sirves para las matemáticas, tienes referencias que te lo afirman. Toda creencia tiene referencias y si quieres cambiar las creencias de una persona a menudo el camino más rápido es cambiar sus referencias. 

Por ejemplo, los influencers de internet, deportistas, actores y actrices o músicos son las principales referencias de los niños (a veces para bien y otras veces no tanto). ¿Qué tal que nos convertimos en las referencias de nuestros hijos? Pasando tiempo con ellos, compartiendo las cosas que les gustan, ¡usando los mismos lentes! No necesitas millones de seguidores en redes para convertirte en el influencer de tus hijos. El único secreto es interesarse realmente.

Lo mismo aplica para profesores, líderes de equipos, emprendedores y toda persona que en algún momento ocupa una posición de liderazgo e influencia.


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