Una vez en un transmisión en vivo por YouTube un seguidor me preguntó si debía dejar la universidad, que sentía que no le aportaba lo suficiente y tenía la duda de si abandonarla o no. Mi respuesta fue que es su vida, que no tengo todo el contexto de lo que pasa en su casa, de lo que le enseñan o no en la universidad, de sus metas o de su plan B si la deja. Que no puedo opinar al respecto y que él debe analizar su situación, tomar una decisión y hacerse responsable de las consecuencias. Me siento orgulloso de haber respondido así, de no opinar de algo que desconozco. Pero no siempre fui así, hace unos años era un don perfecto.
Don perfecto tiene una opinión para todo. Es imposible que responda: ”no conozco lo suficiente sobre ese tema para opinar”, al contrario, más que una opinión, tiene sentencias, juicios de valor para todo lo que ocurre. Además para don perfecto sus opiniones no son opiniones, son hechos, verdades universales incuestionables.
Don perfecto está obsesionado en sacar a la gente de su ignorancia tanto en persona como en redes sociales. Pero, curiosamente nunca se obsesiona con liberarse de su propia ignorancia (que suele ser la mayor). Es inmune a ella, no la ve ni la siente, como dice el dicho: ”los peces son los últimos en notar el agua”.
Donde el sabio calla, don perfecto grita, reta, ataca y se pavonea de su ”victoria”, porque no entiende que no siempre el que calla otorga, sino que no tiene ganas de discutir con estúpidos. O que para el sabio tener paz es más importante que tener la razón.
Don perfecto (o doña perfecta, que también hay muchas) chupa la energía de las personas alrededor y atrae a otros don perfectos y doñas perfectas que refuerzan su sesgo de confirmación unos con otros. Porque para don perfecto todos tienen defectos, menos él (aunque solo está proyectando sus inseguridades y su resentimiento).
Una muestra de crecimiento personal es dejar de juzgar, aprender a decir ”no sé” cuando no sabes algo (es obvio, pero muy difícil para muchas personas), escuchar más y hablar menos. Y dejar de opinar de cosas sobre las que no tienes suficiente información.
Porque la verdad es que todos somos don imperfecto.
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