Para sobrevivir he trabajado casi de todo: fotógrafo, diseñador, programador, cantante, vendedor ambulante, profesor, etc. Intentaba dominar las bases de cada oficio para cobrar algo por hacerlo (aunque sea poco). El detalle es que por mucho tiempo creí (me engañé a mí mismo) que ya que hacía tantas cosas, significaba que era naturalmente bueno en muchas áreas y que podía dedicarme prácticamente a cualquiera si me dedicaba un tiempo a dominarla.
Tuvo su lado bueno: me entrenó para ser emprendedor. Emprender es un deporte de riesgo en el que debes hacer el trabajo de 5 o 10 personas para darle forma a tu idea hasta que otros crean en ella y se sumen. Así que cuando empecé EDteam yo dictaba los cursos, diseñaba la publicidad, la estrategia de marketing, atendía a los clientes, administraba las ventas. Era un hombre orquesta en el sentido completo.
Me tracé planes irrealizables para una sola persona (que hasta me da vergüenza contarlos). Me creía una especie de superman que podía hacer de todo, engañándome a mí mismo nuevamente. Con el tiempo dejé de estar solo, llegaron Alexys, Juan Carlos, Adrían, Beto y poco a poco se sumaron más personas y los equipos se fueron definiendo: desarrollo, soporte al cliente, marketing, diseño, etc. Y yo quería participar de todos y demostrar que era bueno en muchas cosas. Pero solo me desgastaba y me llenaba de conflictos personales muy fuertes. A menudo me sentía un fraude. Si alguien me preguntaba ¿qué eres? No habría sabido responder ¿programador? ¿profesor? ¿diseñador? ¿CEO? Ninguno de esos roles los ejecutaba bien y solo los andaba picoteando por encima.
Concluí que debía decidirme por algo y dedicarme solo a eso. Tenía dos opciones: seguir siendo técnico (diseño web, programación) o ser un empresario (estrategia, gestión, liderazgo, comunicación). Y ambas eran excluyentes: si escojo una le digo no a la otra, no hay puntos medios. No podía ser un poquito empresario y a ratos técnico.
Lo curioso es que siempre tuve clara la respuesta (ser empresario) pero no tenía el valor de ejecutarla. Lo difícil no fue dar con la respuesta sino tener el valor de llevarla a cabo.
Sin embargo, ¿por qué me era tan difícil llevar a cabo esa decisión? ¿era solo miedo? Tuve que escarbar más profundo para entenderlo. Mi elección de ser empresario era puramente práctica, es decir, lo que le convenía a la empresa (y a mí) para crecer. No era una elección basada en mis habilidades, mis sueños, mis pasiones. Por eso no me atrevía a ejecutarla, tenía miedo, pero no a la tarea, sino a tomar una mala elección y gastar años de mi vida en algo que no es para mí.
Así que me fui más atrás cuando vivíamos con mi esposa en un cuartito de dos metros por uno y le decía que cuando seamos millonarios nadie podría creer que vivíamos así. Ella siempre creyó bromeaba. Pero no era broma, quizás porque crecí en una pobreza muy dura desde niño soñaba con tener dinero, con ser el jefe, con ganar respeto. Me fascinaban las películas y libros de negocios y las de logro personal. Me encantaba leer libros de gestión. De cómo Walt Disney se prestó 500 dólares de su tío, de cuando Starbucks rechazó un negocio millonario porque no podían garantizar la calidad del cafe. Como la atención podía crear clientes fieles y evangelistas. Como la gestión debía tratarse de quitar trabas en lugar de ponerlas. Del milagro japonés de Toyota. De cómo Steve Jobs revolucionó tantas industrias y creó equipos invencibles.
Así que ser emprendedor no era uno de los tantos oficios que hice para vivir, era en realidad mi pasión. Más bien era al revés, fue el código uno más de mis oficios. Me dio de comer a mí y a mi familia por años. Me gustaba mucho pero era tiempo de encontrarme a mí mismo y decidirme por algo. Así que mi meta de 2019 fue dejar el código y convertirme en un empresario a tiempo completo
https://platform.twitter.com/widgets.jsAntes que termine 2018 ya tengo mi propósito de 2019: dejar el código. Me dedicaré a tiempo completo a ser un empresario. También quiero dictar cursos de emprendimiento, productividad y liderazgo en @EDteamLat Será una nueva etapa en mi carrera .
— Álvaro Felipe (@AlvaroFelipe) 29 de noviembre de 2018
Los griegos tenían una frase inscrita en la entrada del templo al dios Apolo: “Conócete a ti mismo”. Lo que significa que desde hace miles de años la humanidad ha entendido la importancia del autoconocimiento. De definirnos a nosotros mismos. Qué nos apasiona, en qué somos fuertes, en qué somos débiles. Así podemos dedicarnos a mejorar nuestras fortalezas y hacer equipo con quienes complementen nuestras debilidades.
El problema es que el mundo actual es muy veloz, todo ocurre demasiado rápido. Reuniones, pendientes, entregas y en un parpadeo ya llegó la hora de salida de la oficina y a casa de nuevo. Y en otro parpadeo pasó una semana y otra y otra. Creemos que si aprendemos más cosas nos pagarán más, si somos frontends queremos ser backends o hacer bases de datos, o hacer apps móviles. Aprender de todo un poco no está mal, te hace más culto, con una visión más general de las cosas y los proyectos pero necesitas especializarte en algo.
Debes poder mirarte al espejo y preguntarte ¿Qué eres? Y ni siquiera dudar al responderlo. ¿Puedes hacerlo?
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