Crecí en una de las zonas más peligrosas de Lima. Hice la secundaria en un colegio en el que las peleas con botellas, palos y piedras detenían el tráfico. Y en ese mundo hay que ser bravo, el que tiene miedo se vuelve el saco de golpear de los demás. En cambio, no tener miedo te vuelve una leyenda.
En la primaria le tenía miedo a todo, pero en la adolescencia me propuse infundir respeto. Y la única forma que conocía era con los puños.
Había un muchacho en el barrio al que todos le tenían miedo, decían que había estado en la cárcel. Nadie se hubiera atrevido a enfrentarlo. Pero un día yo me atreví. Él no lo podía creer, nadie lo podía creer, yo lo provocaba, lo hacía enojar, lo insultaba. Al final no peleamos, nos amenazamos pero no peleamos. Sin embargo me gané su respeto y el del barrio, y en un barrio peligroso, ese respeto es una medalla.
Pero además, aprendí una gran lección: el muchacho no merecía esa fama de peligroso. Muchas veces tenemos miedo porque escuchamos rumores, porque agigantaron una historia, porque el que te cuenta la historia solo te está contando sus propios miedos y te los contagia.
Pero ser valiente no es necesariamente bueno. Ser valiente puede ser sinónimo de idiota. Me gané golpizas muy duras cuando pude correr pero no lo hice por ese orgullo tonto de barrio. Como los tipos que se lanzan ebrios frente a un toro. No son valientes, son idiotas. Aceptar que tienes miedo te libera, te vuelve más humilde, te enseña a escuchar y a calmarte. A mis casi 40 años puedo mirar hacia atrás y darme cuenta cuantos errores cometí por hacerme el valiente. Por mi familia y mi empresa no soy el atrevido de 20 años atrás y he aprendido a reconocer y aceptar mis miedos.
Cuando digo que acepto y reconozco mis miedos no estoy diciendo que me he vuelto un cobarde y que huyo de cada cosa. Sino que soy más cauto y controlado, evalúo los riesgos, entiendo qué batallas vale la pena pelear y cuáles no. No soy el valiente idiota de mi juventud, que también tenía miedo aunque lo disimulaba muy bien.
Quizás creas que al dirigir y ser propietario de una empresa como EDteam, uno deja de tener miedo, pues, el miedo más común de un adulto es quedarse sin empleo y no cubrir sus gastos, no poner comida en su mesa, no cuidar de su familia. Quizás creas que teniendo una empresa ese miedo desaparece. Nada más lejos de la realidad. Cada decisión que tomes podría llevar a tu empresa al éxito o a la ruina. Es vivir con un miedo constante. Casos de empresas como Blackberry, Blockbuster, Kodak, Yahoo nos demuestran que no importa que tan grande seas, siempre puedes caer.
Emprender no tiene nada de seguro, arriesgas tus ahorros, tu relación con tu familia, tu estabilidad laboral. Puedes perder hasta los zapatos en el proceso y son frecuentes los momentos de estrés, de no poder dormir, de ansiedad, de miedo de estar yendo por el camino incorrecto. En los inicios tenía miedo al lanzar un curso, solo lanzábamos uno por mes y si no funcionaba no alcanzaría para pagarle al profesor, para cubrir costos, para seguirle metiéndole gasolina al motor. Sin embargo cuando aprendes a manejar el miedo se convierte en un gran aliado, te advierte si estás siendo estúpido y arriesgado, te alerta de los peligros, mantiene tu olfato alerta. El miedo pone tu cerebro a trabajar, a idear estrategias, a leer como loco buscando alguien que haya pasado por lo mismo para saber cómo lo solucionó. Imagínate si no hubiera miedo o si nos dejáramos dominar por él: no haríamos nada.
Mi mayor temor fue cuando liberamos los cursos de HTML, CSS y JavaScript gratis, eran los más vendidos y ponerlos gratis significaba hacer un gran agujero en los ingresos de la empresa. A cualquiera esto lo hace temblar. Sin embargo, mis principios me decían que era la decisión correcta, que mucha gente no tiene los recursos para acceder a educación de calidad y que los cursos gratuitos que se encuentran allá afuera no tienen el nivel adecuado. Mirando hacia atrás, fue una buena decisión pero nos hizo pasar temporadas duras: sabía que era una inversión a largo plazo. Como dice Peter Drucker: “Detrás de toda empresa exitosa hay alguien que tomó una decisión valiente”.
El reto es aprender a escuchar tus miedos y dominarlos. Usar el miedo como un consejero para actuar con cautela e inteligencia. No para vivir una vida segura, huyendo de los riesgos, porque no hay mayor riesgo que la seguridad. La seguridad se transforma en conformismo e inacción, te da miedo hacer cosas diferentes y terminas viviendo una vida aburrida, una rutina que odias, pero de la cual tienes miedo de salir.
Gran culpa de esto la tienen las escuelas que no nos enseñan a fracasar, a iterar sobre el fracaso, a tener inteligencia emocional, a manejar los miedos. Más bien castigan el fracaso y nos vuelven temerosos de él. Nos enseñan a ir a lo seguro, a seguir las reglas, a obedecer al jefe, a no cuestionar nada. Entonces crecemos condicionados a buscar la seguridad y no fracasar. Si conseguimos un empleo tenemos miedo de arriesgarlo y buscar uno mejor. Es más seguro quedarnos donde estamos. Como ejemplo, recuerdo cuando tuve mis primeros clientes importantes. Tenía miedo de llamarlos, pensaba ¿quién soy yo para llamar a una empresa tan grande?, se van a reír de mí, me van a colgar el teléfono, quizás alguien me grite (vengo de una familia muy pobre, hablar con gente adinerada siempre me causaba miedo). Pero mágicamente me daban una cita. Mi miedo era infundado, si me hubiera dejado dominar por él habría perdido esa oportunidad. Sin embargo, me asaltaban nuevos miedos para la entrevista. ¿Estaré bien vestido, daré buena impresión, me juzgarán mal? Finalmente respiraba hondo, tragaba saliva e iba. Nuevamente, eran miedos infundados.
Para las empresas es lo mismo. No innovan por miedo, prefieren ir con la corriente, haciendo lo mismo que todos hacen, ir a lo seguro. Pero ¿qué es innovar sino ir contra corriente? Por ejemplo, Apple lanzó el notch en los teléfonos, recibió muchas burlas, pero se convirtió en una tendencia y ahora todas las marcas lo usan. O EDteam que decidió dejar la red social por excelencia (Facebook) la que todos los profesionales de marketing ponen en un altar y te dicen que es obligatorio estar ahí, para crear la nuestra: todos creyeron que estábamos locos. Así que si eres un emprendedor, pregúntate qué decisiones no estás tomando por miedo pero que podrían catapultar tu empresa al siguiente nivel.
¿Qué miedos te están impidiendo alcanzar tus sueños? ¿Quieres cambiar de trabajo pero tienes miedo del tiempo que pasarás desempleado? ¿Quieres viajar y buscar mejores oportunidades pero tienes miedo de que no te vaya bien? ¿Quieres hacer una familia pero tienes miedo de no ser un buen padre? ¿Quieres hacer una empresa, ser tu propio jefe pero tienes miedo de perder tus ahorros y no tener de qué vivir? Identifica tus sueños e identifica los miedos que te impiden lograrlos. Entonces podrás trazar un plan.
Recuerda que ser valiente puede ser sinónimo de idiota. No corras con todos tus ahorros a lanzar un emprendimiento gritando que el miedo es de cobardes y tú no eres un cobarde para al final perderlo todo. Escucha a tus miedos, te están queriendo decir algo. Entonces identifica qué riesgos vale la pena tomar, haz un plan y adelante. Y si te equivocaste, pues bienvenido al mundo real, los únicos que no se equivocan son los que nunca asumieron riesgos. Y los que nunca asumen riesgos son los que aguantan décadas un trabajo que odian solo para recibir un cheque a fin de mes. Y peor aun, estan tan acostumbrados a vivir en esa falsa seguridad que enseñan a sus hijos a seguir el mismo camino: no cuestionar nada, obedecer siempre, y conseguir un empleo que deben conservar aunque lo odien.
No ignores tus miedos, aprende a escucharlos y a controlarlos. El miedo controlado es como un perro guardián que ladra y te alerta cuando algo va mal, es solo el aviso, tú decides qué acciones tomar. Pero si dejas que el miedo te controle se convertirá en un pozo donde ahogarás tu pasión y tus sueños y te condenarás, tú mismo, a una vida de rutina, aburrida y sin emoción. Tú decides.
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