Cada vez que repites algo, es más probable que lo vuelvas a hacer. Y mientras más repites esa acción, la probabilidad de repetirla aumenta aún más.
Por ejemplo, si fumas una vez no pasa nada. Pero si fumas dos veces, es probable que fumes tres. Si fumas tres es mucho más probable que fumes cuatro. Y esa probabilidad no sube de forma aritmética, sino de forma exponencial
Y sin darte cuenta te vuelves adicto a comportamientos que te hacen daño.
Sin embargo, la repetición puede transformar tu vida para bien.
Porque repetir es la clave de la disciplina y el éxito
Mientras más repitas un hábito positivo, hay más probabilidades de que lo vuelvas a repetir. Si quieres leer un libro, ponte como objetivo leer 5 minutos diarios antes de dormir. Ponte como objetivo repetir.
Al comienzo tendrás una resistencia natural, porque leer un libro no proporciona placer a corto plazo como un cigarro para un fumador. Pero, si lo piensas, nadie sintió placer cuando fumó por primera vez. Fue la presión social la que hace que las personas repitan y se conviertan en fumadores sin darse cuenta.
Así que es lo mismo. Pregúntate: ¿Qué acción, si la hicieras constantemente, te convertiría en la persona que quieres ser? Ahora, asígnale un tiempo mínimo al día a esa acción (digamos, 5 o 10 minutos) y comienza a repetir hasta que se convierta en parte de ti.
Por ejemplo, puedes ir al gimnasio 15 minutos, a la gente en el gimnasio no le importa. O practicar inglés 10 minutos al día. O estudiar 10 minutos diarios en EDteam. Mientras más repitas será más fácil vencer la resistencia. Así que repite y repite y repite y repite y repite hasta que no tengas que pensar en eso y ocurra en automático.
Porque los hábitos son automáticos
Son acciones que repites sin pensar en ellas. Por ejemplo, cuando aprendes a conducir piensas muchísimo en cada detalle del auto, pero con el tiempo lo haces en automático, incluso mientras conversas.
Porque se convirtió en un hábito.
El libro “El poder de los hábitos” de Charles Duhigg comienza con la historia de Eugene Pauly, un anciano que perdió los recuerdos de sus últimos 30 años y no podía retener información por más de un minuto a causa de un virus que le había dañado la zona del cerebro que se encarga de la memoria. Sin embargo, podía recordar donde estaba el baño o salir de su casa y volver sin extraviarse.
Al analizar su cerebro, los especialistas descubrieron que los hábitos se desarrollan en una zona del cerebro distinta a la de la memoria.
Por eso ocurren en automático. Sin siquiera pensar.
Y por eso, una vez que desarrollas un hábito positivo (como leer, hacer deporte o estudiar) tu vida empieza a cambiar. Y todo empieza repitiendo.
Aunque, repetir también puede llevarte a la procrastinación y a las adicciones
Mientras más repitas hábitos malos como fumar, beber, apostar o consumir basura en redes sociales y TV, más los seguirás repitiendo.
Es como estar en un hoyo y seguir cavando.
También aplica para la procrastinación. Porque dejar de hacer algo es una forma de repetir. Te dices:
— Mañana comienzo la dieta.
Y si te lo repites las veces suficientes ese mañana no llegará nunca. ¿Te sientes identificado?
No te olvides de esto: mientras más repites algo, más lo seguirás repitiendo. Es un principio simple, pero poderoso.
Y mientas más postergas algo, más lo postergarás.
Por eso abandonar un buen hábito por más de un día es muy peligroso. Porque las probabilidades de retomarlo se reducen cada vez más.
Así que la estrategia es simple:
- Repite los buenos hábitos (no rompas la cadena)
- Y no repitas los malos hábitos (rompe la cadena)
Y ya está.
Es claro que decirlo es más fácil que hacerlo: vas a fallar. Pero cada vez que caigas, vuelve a levantarte. Sin culpas, sin sobrepensar, sin dramas. De menos a más. Hasta que se convierta en automático.
Simplemente vuelve a repetir lo antes posible cada vez que rompas la cadena de los buenos hábitos.
Y deja de repetir lo antes posible los malos hábitos para romper su cadena y liberarte de ellos.
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